domingo, 1 de noviembre de 2009

Michael Jackson - This Is It

Michael Jackson todavía pelea y da batalla Como un legado póstumo, el Rey del Pop muestra lo mejor de sí en This Is It, un film para nada lacrimógeno, en el que juega al máximo su potencia creativa La paradoja mayor que plantea This Is It es que muestra a un Michael Jackson razonablemente normal como nunca se vio o se mostró, mientras compartía nuestra existencia aquí, en la Tierra. Y eso sí que es original. Involucrado siempre en cuestiones sombrías, con sus apariciones cada vez más fantasmagóricas, al personaje que parecía hacer continuo equilibrio al borde de distintos abismos es visto aquí como un aplicado trabajador de la escena, bien conectado con los demás, autoexigente y con autoridad para exigir, y hasta con una chispa de humor, preparando a conciencia un show tremendo que es una pena que el mundo se haya perdido. Menos mal que esta película nos permite asomarnos a algunos de sus ensayos para dimensionar lo que pensaba regalarnos. Como a tantos otros artistas que se iluminan (e iluminan) cuando se suben a un escenario y cuando bajan son puro desquicio, Jackson se venía arrastrando por la vida, especialmente durante y después del juicio por abuso de menores, en el que fue declarado inocente. Aquello terminó de golpear su existencia, demasiado repleta de conflictos y derrapes anímicos. Pareció que nunca más se levantaría. Pero se levantó para armar lo que él, como un mal presagio, calificó de "último show". Hasta un minuto antes de que esa posibilidad (los conciertos en Londres) empezara a tomar cuerpo, Jackson era casi un despojo humano. Aislado, deshidratado, deprimido, sobremedicado, con sus finanzas en ruinas y su nombre manoseado, Michael transitaba como una sombra, tapado de los pies a la cabeza, muchas veces en silla de ruedas, ansioso, con el estómago cerrado a grandes manjares, abstraído de todo y de todos. Se había convertido en un zombi más parecido al inquietante Nosferatu que al candoroso Willy Wonca, que había encarnado en los buenos tiempos de Neverland, cuando todavía nadie lo acusaba de nada. "El y sus hijos solían vivir con amigos en una ciudad y luego migrar hacia otra como si fueran indigentes", afirma con conocimiento de causa su más completo y autorizado biógrafo, J. Randy Taraborelli, el periodista y escritor que lo conoció de chico y lo siguió durante su vida, y uno de los pocos que lograron entrevistarlo en distintos tramos de su oscilante carrera. "A los 50 tenía problemas artríticos con las rodillas, los tobillos... hasta en las articulaciones de los dedos", describe en su minuciosa, equilibrada y enorme biografía de más de 700 páginas recientemente reactualizada ( Michael Jackson. La magia, la locura, la historia completa 1958-2009, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2009). También la espalda y las rodillas le crujían mal. "Cuando subo al escenario -se sinceró Jackson con Taraborelli, una vez-, la gente espera mucho. Quieren el baile, quieren los giros y todo. Quieren el paquete entero. Pero es mucho trabajo. No sé cuánto tiempo más podré hacerlo. No sé cuándo. Simplemente, no será posible". Pero el Michael Jackson hipertalentoso de los ensayos que aparece en This Is It parece haber renacido de todas las cenizas en las que se había consumido y era un portento decidido a demostrarle al mundo que el Rey del Pop estaba resuelto a volver por su cetro y no iba a escatimar nada con tal de lograrlo. No era un show mezquino para zafar y ganar plata fácil el que preparaba. Quería volver a impresionar, y a lo grande, dejando la vida en cada una de las 50 presentaciones programadas a partir de julio en el 02 Arena de Londres. ¿Qué hubiesen sido de sus machacados huesos y articulaciones tras esa durísima faena? Seguramente, la procesión iba por dentro, pero en This Is It no se nota para nada. Había mucha presión, no cabe duda, y por eso, también, su inclinación al Diprivan Propofol, un poderoso calmante que en dosis inconvenientes puede inducir al coma... o a la muerte, si el médico se descuida y se le va la mano. ¡Y se le fue! Jackson padecía leucoderma o vitiligo, no se sabe si por causas genéticas o por los agentes blanqueadores de piel que usó durante tantos años y que terminaron por cambiar su tono cobrizo original por una palidez espectral. Eso, sin contar las múltiples cirugías de mentón, pómulos y las repetidas y fallidas intervenciones en su ancha nariz de nacimiento, que terminó desapareciendo (solía disimularla con una prótesis y maquillaje y, en no pocas ocasiones, el barbijo no era por aprehensión a contagiarse de algo, sino simple desgano para acomodarse la falsa puntita respingada que completaba sus aires de extraterrestre). Toda su fortaleza y precisión sobre el escenario se deshacían en inseguridades cuando volvía al llano. Tímido, acomplejado, padecía con las habladurías sobre su sexualidad. Sus maneras y voz suaves, y sus fugaces y no muy claras relaciones con el sexo opuesto no lo favorecían. La prensa internacional ya lo había tomado de punto y se entusiasmaba más por sus extravagancias que por sus descollantes aportes al campo de la música, la coreografía y el videoclip. No supo, no quiso o no pudo dar vuelta esa leyenda de oscuridades que lo apretaba con un abrazo asfixiante. Y aun después de muerto sigue suscitando episodios bizarros y desopilantes como el que tuvo lugar en la madrugada de ayer en Londres, cuando un espiritista se ofreció a transmitirle al estelar difunto las preguntas que sus seguidores le hicieran llegar por Twitter. * * * Mientras tanto, Michael Jackson sigue demostrando que aún es una máquina de vender que no se ha detenido por más quietecito que se haya quedado dentro de su dorado sarcófago faraónico, en el cementerio de Forest Lawn. Como esas estrellas que siguen titilando centenares de años después de haberse apagado, la de Jackson sigue iluminando algunos bolsillos. Las discográficas no paran de vender sus discos (Sony Music acaba de lanzar una edición de lujo que consta de dos CD y un librito de 36 páginas). La misma compañía pagó 60 millones de dólares para obtener los derechos de exhibición en el cine del material grabado durante los exhaustivos ensayos. La tercera parte de esa inversión la recuperó en un solo día, el del estreno mundial, el último miércoles. Sin embargo, es mucho menos de lo que Sony calculaba recaudar en cinco días (250 millones). "No está muerto quien pelea", dice el dicho, y Michael la sigue peleando desde el más allá. Pero la película parece haber adoptado un título profético: This Is It, "esto es todo".

No hay comentarios: